La meditación en la respiración es una de las técnicas de meditación buddhista más ampliamente practicadas. Fue establecida, desarrollada y enseñada por el mismo Buddha durante su vida. Durante 2500 años ha sido ampliamente estudiada por monjes y laicos.
La meditación en la respiración posee muchas virtudes. Es simple y portable –su respiración le acompaña por doquiera que vaya. Permanecerá con usted hasta el momento de su última exhalación. La respiración, como objeto de meditación, no es ni fascinante, ni atractivo, ni interesante; mas no es un objeto repulsivo. Es más bien un objeto neutro.
La respiración se observa mediante contacto táctil. No es visual; es algo que se «siente». La localización de la respiración en donde debemos enfocarnos es en donde «entra en el cuerpo». Esta instrucción fue dada por el Buddha mismo y se encuentra registrada en varios discursos en los que describió este tipo de meditación. Algunas personas se encuentran en una condición tal que tienen que respirar a través de la boca –por ejemplo, si tienen un catarro. En este caso no tienen por qué abandonar la meditación en la respiración. Otro posible punto o área de contacto es el contacto de la respiración con el labio superior –no obstante que es difícil percibir ahí la inhalación. Pero principalmente la respiración es sentida en la nariz.
Inicie prestando atención a la sensación «fría» de la inhalación dentro de los orificios nasales. El Buddha nos ofrece el símil en el que la atención plena es como un centinela a la entrada de una ciudad amurallada. El centinela se encuentra apostado en la entrada. No es necesario que sepa quién se encuentra dentro o fuera de la ciudad, todo lo que tiene que saber es que hay sólo una vía para entrar y salir de la ciudad –y esa es la entrada. Por lo que el centinela hace guardia en la entrada de la misma forma en la que la atención plena observa la entrada y salida de la respiración. No se sigue la respiración hacia dentro del cuerpo y no concierne lo que suceda con la respiración una vez que haya dejado el cuerpo. La atención plena actúa, pues, meramente como un centinela. Todo el aire que entra o que sale del cuerpo debe pasar a través de los orificios nasales. De manera que apostamos la atención plena en los orificios nasales.
Las mismas cualidades por las que valoramos a un buen centinela son por las que valoramos la atención plena en la ventana de la nariz: vigilancia (actitud alerta), constancia, ausencia de distracción, ausencia de somnolencia, ausencia de agitación, y la imposibilidad de ser sobornado/a. El ser sobornado/a es como pedirle a la mente que preste atención a la respiración y al cabo de un momento se dirige hacia pensamientos e imágenes más tentadoras. Uno puede ser «sobornado» a prestar atención a tales pensamientos e imágenes en lugar de prestar atención a la respiración. El centinela no debe ser «comprado» fácilmente. Uno debe rehusar las ofertas de imágenes tentadoras, pensamientos, planes y ensueños. Uno debe observar estrictamente la respiración a la entrada del cuerpo.
Sin embargo, uno no debe ser sumamente rígido o excesivamente ferviente, ya que de lo contrario se producirá agitación. Por otra parte uno no debe relajar tanto el esfuerzo de manera que marche inexorablemente hacia el sueño. Lo que se requiere es un sustento intermedio, un balance entre tensión e ir a la deriva con la somnolencia. Sienta la frescura de la inhalación. Sienta la calidez de la exhalación.
El Buddha nos aconseja que pongamos atención a la duración de la respiración. ¿Es acaso un respiro largo o uno corto? No le pide que controle su respiración; es necesario meramente respirar en forma natural y sin autoconciencia. Uno debe observar sin interferir. Pero note cuando ocurre una respiración larga durante una inhalación o durante una exhalación, o una corta durante la inhalación o durante la exhalación.
Cuando la mente se ha estabilizado y es capaz de prestar atención durante un periodo suficientemente largo que le permita observar si la respiración es corta o larga, entonces se le puede pedir que haga algo un poco más retador. Esto será posible ya que –inclusive si la mente divaga en cierto grado– será capaz de mantener la atención sabiendo si la respiración es corta o larga.
Ahora el Buddha nos pide que observemos el inicio, la parte media y la parte final de cada inhalación y exhalación. En otras palabras, nos pide que atendamos a la duración total de la respiración de principio a fin. Esta es una nueva exigencia a la atención plena: se le pide que el centinela observe cada detalle de lo que pasa hacia adentro y hacia afuera de la entrada. La atención del centinela debe ser ahora constante, sin divagar en lo más mínimo. Este es un nivel de práctica más difícil.
Si encuentra que la mente divaga ocasionalmente –lo cual es muy común y es de esperarse–, uno no debe sentirse frustrado/a o sentir que ha fracasado, ya que esto es una acción normal de la mente. En su lugar simplemente note cuando su atención ha divagado e inicie el ejercicio una vez más, notando el inicio, la parte media y el final de cada respiración.
Este ejercicio por sí mismo no debe producir tensión o un efecto hipnótico. Es un intento de incrementar el grado de alerta, conciencia y capacidad de sustentar la atención. Si logra éxito, simplemente sentirá un gran sentido de claridad, presencia y carencia de distracción. No se sentirá en lo más mínimo aburrido/a, agitado/a, irritado/a, ni experimentará duda. Será capaz de observar con confianza el flujo de la respiración en esta muy lúcida condición.
Tomará plena conciencia de lo que está haciendo precisamente. Este es el primer beneficio del ejercicio, la experiencia de bienestar en el aquí y ahora. Ha logrado dispersar los varios impedimentos o estados mentales negativos que ocurren en la mente ordinaria: aversión, fantasías u obsesiones sensuales, agitación, letargo y torpeza mental, e indecisión o duda problemática. Mediante la observación de la respiración uno se liberará de estos estados mentales negativos.
Procediendo más adelante, uno puede empezar a notar un cambio sutil, que toma lugar en el mismo punto de contacto en donde la respiración converge en los orificios nasales. Puede tornarse de una sensación de flujo –un flujo de aire sobre la ventana de la nariz con suave textura «algodonada»– a una sensación de presión «estática», un efecto ligero, airoso, pero sin moción. Es como si se oprimiese o tocase suavemente un pedazo de algodón sobre un punto o área de los orificios nasales. Este es un signo que indica que la mente se está tornando muy enfocada, quieta y calmada. El objeto –la respiración– empieza a tomar la cualidad de quietud más que de moción. Este es un signo de incremento de la concentración, incremento de enfoque e incremento de quietud de la mente.
En esta etapa los dolores y molestias del cuerpo tienden a disolverse. El cuerpo no tiene problemas, y experimenta una sensación más bien placentera. La mente también experimenta la sensación placentera de no estar distraída, sino calmada, vigorosa, uniforme, presente, alerta y sin problemas.
Ahora uno puede tornar la atención al tema de la naturaleza impermanente de este proceso, o la naturaleza impermanente de todos los fenómenos, o la naturaleza carente de sustancia en la respiración. Debido a que es un flujo, no hay nada durable o substancial en ella. Notando esta característica en la respiración, uno puede también notar esta característica en todos los objetos de los sentidos. Ya sea que uno vea, oiga, huela, deguste, toque o piense, todo esto se encuentra en flujo, todo es insustancial.
Cuando se le pide a la mente –en este estado de descanso y alerta– que investigue la naturaleza fluyente de la realidad, será capaz de percibirla con mayor impacto que en los estados de conciencia normalmente distraídos. La mente se encontrará menos preocupada con este mundo en flujo, o reconocerá que ya que todas las cosas en el mundo están fluyendo, no pueden ser asidas, fijadas o controladas. Percibirá que nada dura. Cuando la mente vea esta característica, este signo, entonces relajará su asir y su fútil afano de controlar, de asir, y de mantener. Este es uno de los beneficios directos de calmar la mente mediante la meditación en la respiración, tornando la atención a la cualidad fluyente de la respiración, y por añadidura a la cualidad de flujo de todos los fenómenos.
Por otra parte, puede desear profundizar en el logro de la tranquilidad mediante el enfoque de la mente en la cualidad de quietud de la respiración, es decir, en esa característica estática anteriormente mencionada cuando la respiración hace contacto con las fosas nasales. Cuando esto se torna en un grado muy elevado de quietud, esta es una indicación de que la mente se está deteniendo. Mediante la continuación del enfoque sin mucha tensión y sin excesiva relajación, en forma alerta, uno profundiza la quietud, claridad y enorme bienestar. A estas alturas hay una completa ausencia de dolor corporal, un incremento en sensaciones corporales placenteras y un incremento en gozo.
Esta es la dirección de la concentración profunda, el octavo factor en el Noble Sendero Óctuple. No espere entrar en este estado sin una gran medida de preparación y sin un elevado grado de refinación de su vida. Por otra parte, no piense que es imposible calmar o producir claridad y quietud en la mente. Definitivamente es posible para la persona ordinaria desarrollar esta capacidad. Dado suficiente tiempo, paciencia y práctica correcta, uno podrá comprender por sí mismo el gran valor de la meditación en la respiración.
La meditación en la respiración es algo que se desenvuelve durante toda una vida. Se torna en nuestra mejor amiga. Se torna en un refugio. Se torna una fuente inagotable de claridad y quietud a partir de la cual podemos basar nuestra investigación de la naturaleza de la realidad, la verdad y el bien. Es una ayuda invaluable para lograr la iluminación. El Buddha mismo la enseñó y la practicó, y ha sido recomendada durante veinticinco centurias por generación tras generación de maestros de meditación.
Aquí los dejo con estas instrucciones. Que se encuentren bien, contentos y en paz.